La espera

Cogí del bolsillo de la chamarra el último cigarro, lo encendí y aprecié el sabor del tabaco rubio. Se me estaba haciendo eterna la vigilancia, si me quedaba sin tabaco no sé como lo iba a aguantar. Y todo por esa sospecha, quien me iba a decir a mi que iba a tener a tiro al canalla. Casualidades de la vida, el otro día me lo dijo, que en el camino de Isilla le habían visto, en la casa de aquella vieja. Si, la que daba guarida a cualquiera por dos céntimos. No tuve más remedio que tomar la peor decisión de mi vida, esperarle y salirle al encuentro, encararme a él, él, que ha destrozado mi vida. Él, con su aire aventurero e innovador, ha envenenado a nuestras mujeres, les ha contado cuentos y mentiras, les ha hecho concebir que tienen derecho a decidir sobre sus vidas, que deben dejar atrás viejos prejuicios. Y aquí estoy, dispuesto a zanjar la situación. Ya no tengo nada más que perder, mi mujer y dos hijas me han abandonado.



Tomada en Cantabria