Tiempo de espera

Cada mañana sin otra cosa que hacer, se echaba a la calle. Se preocupaba de bajar al trastero sin ser visto, allí cogía su saco y evitando a la señora portera, que a esas horas podía estar en cualquier sitio fisgoneando, salía a la calle. Ya cuando doblaba la esquina, se sentía más relajado, incluso le daba por silbar alguna cancioncilla. Quiza hoy fuera el día que hubiera algo más de suerte, una ayuda no le vendría mal a su hijo, el pobre se había quedado en el paro con la crisis, tanto estudio para nada. Pero no, su hijo no debía saber que lo poco que aportaba él a la economía procedía de la venta de sus recuerdos infantiles.
Tomada en Estambul