La transición

Aquel personaje solitario trabajaba en el taller del cuarto piso. La puerta siempre cerrada y con tal capa de mugre, que no invitaba ni siquiera a llamar. Durante 40 años, discurrió por ese taller más de un operario, a veces además del ruido de alguna máquina, se oía radiar algún partido de fútbol, no se sabía muy bien a qué se dedicaban, pero al parecer les daba para comer. El personaje solitario era quien se encargaba de cerrar el recinto, siempre después de haberse marchado el último operario. Se quedaba allí durante bastante rato, nadie le debía esperar en su casa. Apagaba la luz y salía. Durante todo este tiempo, apenas cambió la rutina, solamente cuando su edad se lo impedía, los cuatro pisos que había que subir llegaron a ser una tortura para él, hasta que dejó de ir impedido por su vejez. Su puesto lo debió de coger el último operario, pero no duró mucho. La puerta se cerró definitivamente. 
El otro día, la puerta estaba abierta, un espacio luminoso invitaba a entrar y fisgonear. Me trasladé 40 años atrás, algunas sillas y utensilios estaban tirados por el suelo, cables, papeles, todo inservible, el espacio estaba dominado por la suciedad, la suciedad de un taller al que no se le hizo ni una sola reforma en años. Las paredes estaban forradas por chicas de la época del destape, eran las madrinas de todos los equipos de fútbol de aquel entonces,  se trataba de los posters centrales de la revista Barrabás que se publicó en los años 70. Quizá fue el único vicio que tuvo el personaje solitario.


Tomada en Bilbao